Mamá, papá y Jennifer me visitan. Hablamos hasta que la maldita porquería y las lágrimas fluyen con un poco de sangre, porque todos estamos enojados. Pero nadie echa a perder nuestras sesiones. Nadie dice cosas feas. Tomamos turnos mientras cavamos dentro de los años de porquería. A veces creo que mi piel estallara en llamas. Estoy enojada con ellos. Enojada con nosotros. Estoy enojada por matar de hambre a mi cerebro y sentarme a temblar de frío durante la noche en mi cama en vez de bailar o leer poesía o como helado o besar a un chico o quizás una chica con labios amables y manos fuertes.
Estoy aprendiendo como estar enojada, triste, solitaria, esperanzada, excitada, asustada y feliz. Estoy aprendiendo a probar todo.

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